En 1975, treinta años después de la Segunda Guerra Mundial, Nino Ferrer cantaba «Le Sud»:

Hay muchos niños revolcándose en la hierba.

Hay muchos perros.

También hay un gato, una tortuga, peces dorados.

…

Un día habrá una guerra.

Lo sabemos.

No nos gusta, pero no sabemos qué hacer.

Dicen: ‘Es el destino’.

El 3 de septiembre de 1939, la campana de guerra suena por última vez en Francia para anunciar la movilización. Ochenta y cinco años de paz en Europa (sin contar la guerra de los Balcanes) han ido borrando de nuestra memoria colectiva la sensación de peligro en nuestras fronteras. Sin embargo, los recientes acontecimientos geopolíticos son una clara advertencia.

Europa se enfrenta ahora a un nuevo reto colectivo, tras la pandemia y las amenazas híbridas. Las crisis se suceden y la escena mundial parece favorecer a los actores más impulsivos.

La economía verde, social y solidaria se presentaba como la batalla de nuestra generación para transformar el sistema energético y proteger el clima. Hoy, sin embargo, esto debe dejar paso al desafío urgente de la seguridad y la soberanía. El futuro mostrará si seremos capaces de afrontar estos retos en paralelo.

Mientras tanto, la cuestión es si nuestros países pueden alinear sus políticas, economías, administraciones y poblaciones para la acción. El desacuerdo forma parte del patrimonio de un continente moldeado por siglos de lucha. El deseo de divergencia sigue siendo fuerte. Marc Bloch, en «La extraña derrota», analizaba las razones de la derrota del primer ejército del mundo en la batalla por Francia: la falta de voluntad de lucha.

Hoy, el papel de nuestras empresas es crucial. Penetran de forma desigual en los distintos territorios, evitando las regiones poco pobladas en favor de las grandes áreas metropolitanas interconectadas. La información, al igual que el capital, el conocimiento y las personas, circula, siendo la conveniencia y las oportunidades profesionales las que impulsan el movimiento, todo ello en una compleja danza lingüística y cultural.

En tiempos de incertidumbre, las empresas industriales y tecnológicas que participan en el ecosistema de defensa, o que se plantean entrar en él, tienen un papel especial. Las capacidades, recursos y competencias presentes en nuestros países deben complementarse con los mejores talentos. La diversidad de nuestro panorama europeo nos exige atraer y contratar a líderes y candidatos capaces de innovar, trabajar en distintas disciplinas y hacer caso omiso de las fronteras. Y debemos hacerlo en un entorno altamente competitivo.

La industria de defensa no es un imán natural para el talento. Para atraer a los mejores, tenemos que ser disruptivos y creativos, pensar con originalidad para identificar y desarrollar a los empleados que más lo merezcan.

numaH está especializada en apoyar a las PYME europeas en esta tarea. Somos expertos en multilingüismo y multiculturalismo. Nuestro conocimiento de las empresas industriales y tecnológicas europeas nos permite ofrecer soluciones integrales y creativas a la industria de defensa.

Partiendo del análisis de Nicolas Rogier, Grégoire Depeursinge examinará los retos a los que se enfrentan las empresas en el nuevo contexto geopolítico y sus repercusiones en las necesidades de capital humano. Los Estados deben adaptarse y las empresas replantearse sus estrategias para sobrevivir y prosperar. Deben dotarse de las competencias técnicas y humanas necesarias para el éxito.